miércoles, 29 de junio de 2011

EL BOXEADOR, DE BUSTER KEATON


Título original: Battling Butler

Dirección: Buster Keaton

Año: 1926

Origen: Estados Unidos

Intérpretes: Buster Keaton, Sally O'Neil, Snitz Edwards

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Cuando en el videoclub te anuncian que debés 240 pesos de recargo por un estreno de mierda de Mel Gibson, es la hora de volver al cine clásico.

Curioso: en Yenny, un DVD con dos películas de Buster Keaton cuesta 20 pesos, mientras que la última de Vanessa Hudgens sale 70 ¡Idiotas! ¡Cómo no lo vieron! ¿Esto me cobran por ver crecer esas tetitas? En esta Industria Cultural, el verdadero arte está regalado.

Así que puse The Sounds of the Sounds of Science de fondo y me dediqué a ver esta genial obra de arte del cine mudo americano, bajo el encantador efecto de una cerveza helada y la certeza de que no existía mejor plan para un lunes de viento.

Aquí quiero hacer un paréntesis para reflexionar sobre esta gran posibilidad que nos brinda el cine mudo, de usar la música que nosotros queramos para acompañar el film. Creo que cada disco le da un clima diferente a la película, es como verla una y otra vez y siempre será nueva. La experiencia es excitante.

-Me encantan tus reflexiones, ds. Siempre tan certero, siempre tan coloquial y tan simple.

-Cerrá el tajo, nena. Esta es la escena en que Buster Keaton se enreda con las cuerdas del ring y no quiero interrupciones.

Es difícil suponer que una peli filmada hace 85 años nos puede hacer reír, pero fuck, me estoy riendo. Ahí está Buster Keaton con cara de idiota, burlándose de sí mismo, y sigue siendo gracioso hoy, después de haber visto millones de plagios de esta escena. Después de Woody Allen, Peter Sellers, Groucho Marx, etcétera, Keaton sigue siendo original.

Pero quiero ser honesto: El Boxeador es la primera película de Buster Keaton que veo en mi vida. Transcurrieron 27 años y recién ahora le doy una chance. No sé, suponía erróneamente que me iba a aburrir. Por razones como ésta todavía no puedo discutir de cine con mi viejo.

-¿Y no viste El rey de los cowboys?

-No, esa todavía no.

-Ah, entonces no viste nada.

Forro. Tiene razón.

Entonces, si quieren tener hijos inteligentes, que quieran a superarse a sí mismos, vean El Boxeador y 27 años después refriéguenle su ignorancia en la cara.

Porque esta película es un DIEZ.





miércoles, 15 de junio de 2011

LA TRAMA SECRETA

Una vez más, el laureado cineasta jps ha elaborado un post para el deleite de todos quienes hacemos y leemos El Cine Probablemente. Notarán que tanto su conciencia crítica como su sentido del humor permanecen incólumes con el paso del tiempo. En este caso, nos otorga un análisis sobre el genial Alfred Hitchcock, con el cual coincido plenamente. Mis lectores sabrán que –entre las constantes alusiones al sexo y al desprecio por la autoridad- sostengo las mismas ideas que leerán a continuación.

Por mi parte, en las últimas semanas sólo me he dedicado a ver estrenos de videoclub, esa forma escapista de entretenimiento, donde el objetivo es la anulación del pensamiento. Elaborar críticas sobre ellas sería faltarles el respeto. Ya volveré al cine lento.

Hasta entonces,

ds (su egocéntrico y sensual servidor)

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LA TRAMA SECRETA

Hace poco leí una entrevista a Peter Greenaway, uno de los estúpidos agoreros del fin del cine, que sin embargo dice algo sin dudas interesante:

La experiencia cinematográfica no es narrativa. Lo que recuerdas de una película es un momento dado del tiempo, una actuación, una característica particular, una experiencia audiovisual que no se puede conseguir de ninguna otra manera. No te acuerdas del cuento. ¡Cuéntame lo que paso en Casablanca! Lo podrías resumir en una línea, pero eso casi no significa nada.

Hace dos anos vi, en un lapso de seis meses, casi toda la obra de Hitchcock (y cuando digo casi todo incluyo trabajos del periodo mudo). Sus argumentos, a excepción de la kafkiana y sub estimada The Wrong Man, son generalmente absurdos e inverosímiles. Tomemos el caso de Notorious: un nazi trafica uranio en botellas de champagne y se va a Rio de Janeiro a terminar la operación y destruir el mundo. O Spellbound: el supuesto asesino de un psicólogo asume la identidad de su víctima y debe recuperar la memoria para esclarecer el crimen. Está claro que la peripecia suena, por si misma, estúpida. Pero vamos, es Hitchcock, uno de los pocos que ha sabido plasmar en pantalla el más noble de los sentimientos humanos: el amor. El rostro de Ingrid Bergman mirando embelesada a Cary Grant o a Gregory Peck es, sencillamente, inolvidable. Lo mismo sucede con el perfecto primer plano de Grace Kelly mirando a Jimmy Stewart en The Rear Window. Esas expresiones condensan todo el misterio del amor, esa necesidad inexplicable de dejar todo por el otro, esa energía que nos mueve hacia lo irracional. Los personajes masculinos, por su parte, provocan placer: arrogantes, orgullosos y sentimentales. No hay película de Hitchcock que no hable de las relaciones entre hombres y mujeres, que no despliegue secretamente el lenguaje corporal de la seducción y del amor. Para que la pasemos bien, el director nos sumerge en tramas imposibles sobre conspiraciones y asesinatos, y esa lectura doble es solo una fiesta de los sentidos. El filósofo Oscar Cuervo habla con precisión de una escena de la mencionada Notorious:

La extraordinaria escena del sótano donde Alice y Devlin descubren las botellas de uranio y a la vez son descubiertos por el marido de ella (Claude Rains) es un prodigio de esa ambivalencia que sólo el cine puede expresar. Ellos están buscando una prueba que incrimine al grupo nazi en el que se han infiltrado. Alice engaña a su marido, se casó con él para espiarlo. Pero el marido desconfía de ella porque sospecha que está enamorada de Devlin. De este modo el marido se engaña, pero paradójicamente se engaña con la verdad, porque efectivamente Alice ha sido capaz de meterse en semejante balurdo sólo para estar cerca de Devlin. Cuando se van a la bodega parece que lo hicieran para cumplir con su misión patriótica, pero en realidad es porque quieren quedarse solos. Cuando el marido los descubre, entonces Devlin la toma de la cintura y se besan, porque quieren que el marido crea que le están metiendo los cuernos. Simulan besarse para no quedar en evidencia como espías, pero se besan de verdad, porque están perdidamente enamorados. Simulan ser lo que en realidad son porque no son aún capaces de amarse abiertamente. Dicen la verdad cuando mienten. Este juego de espejos sólo puede plantearse mediante un refinado manejo de los diversos puntos de vista.

Volviendo al tema que dio pie a este breve comentario, está claro en Hitchcock que la trama de una película es simplemente una excusa, una farsa montada para que los cuerpos y los rostros expresen eso que solo la cámara parece poder captar: el lenguaje de lo no expresado, eso que no se dice ni se podrá decir jamás pero que en ciertos momentos parece estallar en el espectador desprevenido, dejándolo casi sin respiración.

JPS



viernes, 3 de junio de 2011

BUDD BOETTICHER Y LAS MUJERES




Las mujeres y las películas de Budd Boetticher tienen dos cosas en común:

Que son todas iguales, pero también irresistibles.

Pasado un tiempo de haber visto Comanche Station, The Tall T, Seven Men From Now y Buchanan Rides Alone, no logro distinguir una sola trama; todas se entremezclan entre sí.

Siempre es Randolph Scott cabalgando en el desierto, con la espalda erguida y una mueca casi feliz. En todas hay un malo que es igual a él en inteligencia y coraje, pero salvajemente vil. Así, las películas se tornan como un juego de ajedrez. Uno arrincona al otro, resuelve el problema y plantea uno nuevo. El que triunfa, por supuesto, es el de las fichas blancas.

El personaje de Scott tampoco varía entre un film y otro. Un tipo de pocas palabras, con una ética envidiable. No se aprovecharía nunca de una mujer, y por eso ellas caen rendidas a sus pies. Cuando hay que darles un cachetazo, Scott se los da. Cuando hay que besarlas, Scott las besa. Y siempre responde con una respuesta.

-I’m gonna kill you.

-Will you?

En fin, el tiempo se encarga de fusionar todas aquellas películas en una sola: una confusa y excelente obra maestra.

Las mujeres y las películas de Budd Boetticher tienen otras dos cosas en común:

Duran poco tiempo y siempre te dejan con ganas de más.

Quizás por eso sean todas hermosas.

He aquí mi humilde homenaje a un genio del cine.