miércoles, 15 de junio de 2011

LA TRAMA SECRETA

Una vez más, el laureado cineasta jps ha elaborado un post para el deleite de todos quienes hacemos y leemos El Cine Probablemente. Notarán que tanto su conciencia crítica como su sentido del humor permanecen incólumes con el paso del tiempo. En este caso, nos otorga un análisis sobre el genial Alfred Hitchcock, con el cual coincido plenamente. Mis lectores sabrán que –entre las constantes alusiones al sexo y al desprecio por la autoridad- sostengo las mismas ideas que leerán a continuación.

Por mi parte, en las últimas semanas sólo me he dedicado a ver estrenos de videoclub, esa forma escapista de entretenimiento, donde el objetivo es la anulación del pensamiento. Elaborar críticas sobre ellas sería faltarles el respeto. Ya volveré al cine lento.

Hasta entonces,

ds (su egocéntrico y sensual servidor)

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LA TRAMA SECRETA

Hace poco leí una entrevista a Peter Greenaway, uno de los estúpidos agoreros del fin del cine, que sin embargo dice algo sin dudas interesante:

La experiencia cinematográfica no es narrativa. Lo que recuerdas de una película es un momento dado del tiempo, una actuación, una característica particular, una experiencia audiovisual que no se puede conseguir de ninguna otra manera. No te acuerdas del cuento. ¡Cuéntame lo que paso en Casablanca! Lo podrías resumir en una línea, pero eso casi no significa nada.

Hace dos anos vi, en un lapso de seis meses, casi toda la obra de Hitchcock (y cuando digo casi todo incluyo trabajos del periodo mudo). Sus argumentos, a excepción de la kafkiana y sub estimada The Wrong Man, son generalmente absurdos e inverosímiles. Tomemos el caso de Notorious: un nazi trafica uranio en botellas de champagne y se va a Rio de Janeiro a terminar la operación y destruir el mundo. O Spellbound: el supuesto asesino de un psicólogo asume la identidad de su víctima y debe recuperar la memoria para esclarecer el crimen. Está claro que la peripecia suena, por si misma, estúpida. Pero vamos, es Hitchcock, uno de los pocos que ha sabido plasmar en pantalla el más noble de los sentimientos humanos: el amor. El rostro de Ingrid Bergman mirando embelesada a Cary Grant o a Gregory Peck es, sencillamente, inolvidable. Lo mismo sucede con el perfecto primer plano de Grace Kelly mirando a Jimmy Stewart en The Rear Window. Esas expresiones condensan todo el misterio del amor, esa necesidad inexplicable de dejar todo por el otro, esa energía que nos mueve hacia lo irracional. Los personajes masculinos, por su parte, provocan placer: arrogantes, orgullosos y sentimentales. No hay película de Hitchcock que no hable de las relaciones entre hombres y mujeres, que no despliegue secretamente el lenguaje corporal de la seducción y del amor. Para que la pasemos bien, el director nos sumerge en tramas imposibles sobre conspiraciones y asesinatos, y esa lectura doble es solo una fiesta de los sentidos. El filósofo Oscar Cuervo habla con precisión de una escena de la mencionada Notorious:

La extraordinaria escena del sótano donde Alice y Devlin descubren las botellas de uranio y a la vez son descubiertos por el marido de ella (Claude Rains) es un prodigio de esa ambivalencia que sólo el cine puede expresar. Ellos están buscando una prueba que incrimine al grupo nazi en el que se han infiltrado. Alice engaña a su marido, se casó con él para espiarlo. Pero el marido desconfía de ella porque sospecha que está enamorada de Devlin. De este modo el marido se engaña, pero paradójicamente se engaña con la verdad, porque efectivamente Alice ha sido capaz de meterse en semejante balurdo sólo para estar cerca de Devlin. Cuando se van a la bodega parece que lo hicieran para cumplir con su misión patriótica, pero en realidad es porque quieren quedarse solos. Cuando el marido los descubre, entonces Devlin la toma de la cintura y se besan, porque quieren que el marido crea que le están metiendo los cuernos. Simulan besarse para no quedar en evidencia como espías, pero se besan de verdad, porque están perdidamente enamorados. Simulan ser lo que en realidad son porque no son aún capaces de amarse abiertamente. Dicen la verdad cuando mienten. Este juego de espejos sólo puede plantearse mediante un refinado manejo de los diversos puntos de vista.

Volviendo al tema que dio pie a este breve comentario, está claro en Hitchcock que la trama de una película es simplemente una excusa, una farsa montada para que los cuerpos y los rostros expresen eso que solo la cámara parece poder captar: el lenguaje de lo no expresado, eso que no se dice ni se podrá decir jamás pero que en ciertos momentos parece estallar en el espectador desprevenido, dejándolo casi sin respiración.

JPS



1 comentario:

Anónimo dijo...

Solo puedo decir: "Birds"